Publicada por la Sociedad Española de la Ciencia del Suelo
Volumen 8-2. Agosto 2001. pág 1-12.
HABITAT EDÁFICO DE LOS CASTAÑARES DE GALICIA (ESPAÑA)
A. Rubio (1), R. Elena (1), O. Sánchez (2), A. Blanco (1), V. Gómez (1) y D. Graña (1)
(1) Dept. Silvopascicultura. Universidad Politécnica de Madrid. E-28040. Madrid. Spain. E-mail: [email protected]
(2) INIA-CIFOR. Ctra. La Coruña, km 7. Apdo. 8111. E-28040. Madrid. Spain.
La superficie forestal ocupada por el castaño (Castanea sativa Miller) en España varía notablemente en función de la fuente consultada. El I Inventario Forestal Nacional (ICONA, 1980) la fija en 126.558 ha, el II Inventario Forestal Nacional, consultadas las cifras globales en el Anuario de Estadística Agraria de 1997 (MAPA, 1997), la estima en 94.968 ha, pero la Encuesta de Estructura Forestal de 1986, también consultado en dicho Anuario, establece que la superficie nacional forestal en monte alto de castaño es de 84.280 ha. Incluso otras estimaciones (Moreno et al., 1998) evalúan la superficie ocupada por castaño en 137.657 ha. La disparidad de las cifras queda justificada por dos hechos: por un lado el doble aprovechamiento forestal y frutero que presenta el castaño, lo que hace que sus superficies puedan ser consideradas forestales y agrícolas según los trabajos, y por otro lado que en numerosas ocasiones la distribución de la especie corresponde a presencias muy dispersas y, en consecuencia, de difícil evaluación superficial.
Las exigencias climáticas del castaño en la Península Ibérica han sido vagamente acotadas (Ceballos y Ruiz de la Torre, 1971; Malato-Beliz, 1987; García y Outeriño, 1997) y la caracterización edáfica es todavía muy imprecisa. Los rigurosos trabajos realizados en Galicia con enfoque edáfico (Guitián y Carballas, 1982; Guitián et al., 1982) apenas inciden en las características de los suelos bajo castañares. Se sabe que el castaño prefiere los substratos silíceos, aunque tolera los calizos cuando el clima facilita el lavado de las bases, así como que rehuye los terrenos compactos y excesivamente húmedos (Ceballos y Ruiz de la Torre, 1971; Berrocal et al., 1997; García y Outeriño, 1997), prefiriendo en Galicia los suelos bien drenados del tipo tierras pardas eutróficas (Guitián y Carballas, 1982). Existe una amplia información entorno a problemas locales ecofisiológicos y patológicos del castaño (Cobos, 1989; Portela et al., 1998 y 1999; Taveira, 1979). No obstante, en cuanto a la tipificación de los indicadores edáficos de las masas de castaño, junto con climatológicos y fisiográficos, para relacionarlos con la calidad de sus masas, van apareciendo trabajos en otras regiones de la Península Ibérica (Blanco, 1985; Rubio, 199a y b; Rubio, 1997; Rubio et al., 1997a y b; Rubio et al., 1999 a).
Mediante el Real Decreto 378/1993, la Administración está ofreciendo la posibilidad de reforestar tierras agrarias marginales con distintas especies. Dicho Real Decreto incluye en el Anexo 2 a Castanea sativa como especie forestal cuya plantación tendrá como finalidad doble la restauración y la creación de ecosistemas forestales permanentes; para ello recibe un trato bastante favorecedor en cuanto a las ayudas máximas que se pueden recibir por gastos de forestación, primas de mantenimiento y primas compensatorias. Sin embargo, cuando se intenta argumentar técnicamente la viabilidad de las especies forestales en estas tierras marginales, el forestal no siempre cuenta con información concreta, con datos cuantificados sobre las características del medio en el que puede vivir el castaño. Es decir, los requerimientos ecológicos de Castanea sativa están todavía mal conocidos, de forma general en el conjunto de la Península y más concretamente a nivel regional.
Para la Comunidad Autónoma de Galicia, y según la Encuesta de Estructura Forestal de 1986,incluida en el Anuario de Estadística Agraria de 1997 (MAPA, 1997), la superficie forestal ocupada por castañares en monte alto (cuyo objetivo prioritario es la producción de castaña) en Galicia es de 21.156 ha, hallándose repartidas en las cuatro provincias gallegas, aunque fundamentalmente en las de Lugo (67 %) y Orense (28 %). Según esta misma fuente, dicha superficie supone algo más de la cuarta parte de toda la superficie en monte alto del castaño en España (84.280 ha), si bien la producción frutera gallega (4.093 toneladas) casi alcanza el 50 % de la producción nacional total (10.075 toneladas). Sin embargo, otro autores (Moreno et al. 1998) elevan dicho porcentaje hasta el 70 %. Para los territorios gallegos el anuario no aporta cifras de la superficie de castañares en monte bajo, si bien el II Inventario Forestal Nacional evalúa en 15.646 los m3 de madera de castaño, sin que se pueda saber si proceden de monte alto, ya que en Galicia no son raros los castaños productores de fruto cuyas vigorosas ramas son esporádicamente cortadas con fines madereros, o si proceden de la reducida superficie que ocupan en Galicia los castañares en monte bajo.
El presente trabajo está enfocado fundamentalmente para tratar de cuantificar algunas de las principales características edáficas de los castañares gallegos, a fin de poder referenciarlas con respecto de otras tipificaciones realizadas en otras partes de España, y así poder enmarcarlos en un amplio proyecto cuyo primordial objetivo es conocer la autoecología del castaño en España.
Area de estudio
El territorio ocupado por Castanea sativa Miller en la Comunidad Autónoma de Galicia se encuadra entre los 43º 41´ y 41º 58´ de latitud N y los 8º 49´ y 6º 50´de longitud E. Las masas más extensas se localizan en la provincia de Lugo (14.235 ha): en el sector central de la montaña lucense (Baleira, Incio, Negüeira de Muñiz, Samos, Becerreá), en el sector meridional de dicha montaña lucense (Folgoso de Caurel, Quiroga), meseta lucense (Paradela, Saviñao, Guntin, Taboada, Chantada, Monterroso, Antas de Ulla) y en el norte de la provincia (Cercido, Alfoz, Mondoñedo y Riobarba). También hay continuos castañares en la provincia de Orense (6.010 ha): en el extremo este de la provincia (Rubiá, O Barco, Vilamartín, A Rúa, Larouco, O Bolo, Viana, Gudiña, Verín), riberas del Sil (Castro Caldelas, Parada de Sil) y en el entorno de Celanova. En la provincia de Pontevedra (911 ha) sólo abundan en el ángulo noreste de la provincia (Lalín, Dozón y Rodeiro) y quedan algunos castañares muy aislados, en general muy degradados en zonas de Ponteareas, Cerdedo y Mondariz, y prácticamente se dan por desaparecidos en la provincia de A Coruña (escasos vestigios en las Fragas del Eume, Arzúa y Melide). En este sentido queremos llamar la atención sobre la disminución de la superficie ocupada por los castañares en Galicia desde la realización del I Inventario Forestal Nacional (ICONA, 1980) y las cifras aportadas por el Anuario de Estadística Agraria de 1997 (datos referidos a 1995): en el primero de ellos se da una superficie de 28.689 ha, mientras que en el segundo la superficie ha quedado mermada a 21.156 ha. Esta disminución puede ser continuación de la tendencia que viene desde que, a finales del siglo pasado y principios de este, la enfermedad de la tinta, causada por el patógeno Phytophtora sp., provocara una fortísima reducción de la superficie castaneícola de Galicia (Fernández, 1984), aunque también se pudiera pensar en posibles desajustes debidos a los diferentes conceptos que se manejan en ambas fuentes estadísticas.
Según los datos proporcionados por Sánchez Palomares et al. (1999) las temperaturas medias anuales en el área de estudio oscilan en torno a los 11,5º C, existiendo zonas en las que las temperaturas medias del mes más frío llegan a 2,9º C y otras en las que las temperaturas medias del mes más cálido alcanza los 19,3º C. Pluviométricamente los castañares gallegos suelen sobrepasar los 1.100 mm pero pocos de ellos aparecen cuando la precipitación empieza a superar los 1.400 mm anuales. La distribución estacional de las lluvias es bastante regular aunque con una leve tendencia hacia la típica distribución del clima mediterráneo, registrando las precipitaciones mínimas durante los meses de verano (130 mm) y las máximas durante los de invierno (480 mm). La actual situación de las masas de castaño en el interior de Galicia y en cota moderadas hacen que el clima sea bastante homogéneo: húmedo pero no excesivamente lluvioso, con inviernos frescos pero no fríos y veranos templados. De acuerdo con la propuesta fitoclimáticamente de Allué (1990) los castañares gallegos pertenecen fundamentalmente al ámbito fitoclimático VI (V)2, denominado nemoral genuino, y en menor medida al clima VI(IV)2, definido como nemoromediterráneo.
Los castañares gallegos se encuentran sobre substratos silíceos. Predominan las rocas ígneas ácidas (granitoides), en las áreas de las Fragas del Eume en A Coruña, Rodeira, Lalín y Donzón en Pontevedra, riberas del Sil y este de la provincia de Orense, y en la comarca de Mondoñedo y en la meseta lucense. Aparecen sobre rocas metamórficas, igualmente de quimismo ácido (esquistos, micacitas y gneises) y de edad precámbrica, cámbrica, ordovícica y silúrica en las comarcas de Arzúa y Melide en A Coruña, Riberas del Sil y sobre todo en el este de la provincia de Orense, así como en casi todas las comarcas castaneícolas de Lugo.
Métodos
Para la fijación de los puntos en los que se ha realizado el muestreo de los castañares se ha contado con el Mapa Forestal de Ceballos (1966) cuyas áreas fueron superpuestas sobre la clasificación biogeoclimática peninsular y balear (Elena Roselló, 1996) que, en base a datos fisiográficos, climáticos y litológicos, divide el territorio nacional en siete Ecorregiones y cada una en una serie de menores clases territoriales. Así pues toda Galicia se encuentra dentro de la 1 Ecorregión (Cantábrico-Galaica), la cual se divide en 32 clases territoriales. En concreto, los castañares gallegos los hallamos en 20 clases territoriales que, según el dendrograma clasificador, quedan agrupadas en 5 grandes estratos. Para este trabajo, y en relación con otros estudios, se fijó un número total de 22 parcelas de muestreo, cuyo número fue proporcionalmente repartido teniendo en cuenta la extensión de la superficie de las masas de castaño en cada estrato de la siguiente manera: 7 parcelas para el estrato 1, 5 parcelas para el estrato 2, 5 parcelas para el estrato 3, 3 para el estrato 4 y otras 2 para el estrato 5. En la Figura 1 se muestra el reparto geográfico de las masas de los castañares gallegos según el mapa forestal de Ceballos, así como la ubicación de las parcelas de muestreo y el estrato al que pertenecen.
En cada punto de muestreo se fijó una parcela circular con un radio máximo de 18 m, en función de la densidad del arbolado, y en ella se recogieron datos relativos a la fisiografía y al suelo. Con ellos y con los datos climatológicos (corregidos en función de las propuestas metodológicas planteadas por Sánchez Palomares et al., 1999) se han elaborado un total de 22 parámetros ecológicos relacionados con la estructura del biotopo, en concreto fundamentalmente orientados a caracterizar las más destacadas características del suelo. El interés de los parámetros elegidos se centra en poder llevar a cabo comparaciones con respecto de otros trabajos análogamente realizados en castañares de otras partes de España (Blanco, 1985; Blanco y Rubio, 1996; Rubio, 1993a y b; Rubio y Gandullo, 1994) e incluso en masas de otras especies forestales españolas (Gandullo et al., 1994; Sánchez Palomares et al., 1990).
- Fisiografía.- Las variables con las que hemos caracterizado fisiográficamente los castañares gallegos han sido: altitud (ALT) expresada en metros, y pendiente (PND) medida con un clinómetro y expresada en porcentaje.
- Clima.- Los parámetros climáticos analizados han sido: precipitación anual (PA) evaluada en mm, temperatura media anual (TMA) expresada en º C, duración de la sequía (DSQ) expresada en número de meses (Walter y Lieth, 1960) e intensidad de la sequía (ISQ) como coeficiente adimensional.
- Suelos.- En cada parcela de muestreo se procedió al estudio de un perfil del suelo de 125 cm de profundidad, identificando los distintos horizontes edáficos, caracterizando su color y tomando una muestra representativa de cada uno de ellos. En el laboratorio se efectuaron los análisis físicos y químicos necesarios de cada horizonte para la clasificación de los suelos (Gandullo, 1994; F.A.O., 1998) y para la elaboración de los parámetros edáficos definidores del hábitat edáfico, análogamente a lo realizado en trabajos similares (Gandullo et al., 1991; Rubio y Gandullo, 1994). Así pues, los parámetros definidos para el conjunto de cada perfil han sido:
* Parámetros físicos: porcentajes de tierra fina (TF) en el conjunto de la tierra natural, arena (ARE), limo (LIM), y arcilla (ARC) (según los límites de Soil Survey Staff, USDA, 1975); permeabilidad (PER) (en una escala de 1 a 5, según Gandullo, 1994); humedad equivalente (HE) (en porcentaje de peso, de acuerdo con Sánchez y Blanco, 1985). Los valores de cada una de estas seis últimas variables se obtuvieron promediando los valores de cada horizonte según su espesor. La capacidad de retención de agua (CRA) del suelo (Gandullo, 1994), se calculó como la suma de los valores de cada horizonte edáfico.
*Parámetros químicos: El porcentaje de materia orgánica (MO) (Walkley, 1946), el pH en H2O (1:2.5) del suelo (PHA) y el pH en KCl (1:2.5) del suelo (PHK), se evaluaron calculando los valores promediados de los datos de cada horizonte, dando a cada uno de ellos un peso de acuerdo con su espesor y profundidad, siguiendo los criterios de Russell y Moore (1968).
Además, y sólo con los datos de los 25 cm superiores, se han calculado los siguientes parámetros de naturaleza química: porcentaje de materia orgánica superficial (MOS), porcentaje de nitrógeno superficial (NS) (Bremner, 1965) y relación carbono:nitrógeno superficial (CNS).
* Parámetros edafoclimáticos: con los que se ha evaluado el funcionamiento hídrico del perfil a lo largo de los meses del año en función de las características del clima y del suelo. Son, expresadas en mm, los siguientes: evapotranspiración real máxima (ETRM), sequía fisiológica (SF) y drenaje calculado (DRJ) (Thornthwaite y Mather, 1957).
Con los valores de los 22 parámetros recogidos en las 22 parcelas, se han elaborado unos esquemas en los que, para cada parámetro, se señalan los valores mínimo (límite inferior, LI) y máximo (límite superior, LS) absolutos, así como el valor medio (M) del mismo. También aparecen los límites que definen el intervalo formado por el 80 % de las parcelas estudiadas (umbral inferior, UI y umbral superior, US) y que excluyen el 10 % de aquellas en las que el parámetro toma los valores mayores aparecidos y el otro 10 % en las que alcanza los valores mínimos (Gandullo, 1972; Gandullo et al., 1991). El área definida por el 80 % de los casos constituye el denominado hábitat central u óptimo de los castañares estudiados (US-UI). Las áreas que circunscriben los límites de dicho hábitat óptimo y los extremos absolutos, se definen como hábitats marginales de dichos castañares (LI-UI y US-LS).
El hábitat central define, en principio, el área potencial del castaño en Galicia, ya que en las regiones marginales la presencia del castañar puede deberse a una serie de compensaciones diversas entre los factores ecológicos, o incluso a parámetros extraedáficos, lógicamente, no considerados en este trabajo.
Prácticamente todos los parámetros se ajustan correctamente a la distribución normal, y tan solo cabe señalar ligeras desviaciones del parámetro termométrico TMA y del edáfico CRA, tanto en sesgo como en kurtosis, y del edafológico PHK en su kurtosis (ver Tabla 1). Ello da validez estadística al criterio de definir el hábitat central como el intervalo comprendido entre el 80 % de los valores centrales y el marginal con el mismo valor del 10 % tanto para los extremos inferiores como superiores. Son destacables los pequeños coeficientes de variación que presentan los parámetros relacionados con la acidez del suelo (PHA y PHK). En este sentido, los estudios previos realizados en Extremadura (Rubio, 1993 a), Navarra (Blanco y Rubio, 1996) y Cataluña (Rubio et al., 1999 b) muestran esa misma escasa variabilidad en la acidez de los suelos de los castañares. En cambio, el parámetro climático ISQ presenta un notable coeficiente de variación, por encima de 100, debido fundamentalmente a que la banda de oscilación es muy pequeña (0,00 y 0,03).
Desde el punto de vista fisiográfico la mayor parte de las masas estudiadas están situadas en cotas comprendidas entre 400 y 750 m (Figura 2). Las pendientes son muy variadas y podemos comprobar que la tercera parte se sitúa en terrenos ondulados con pendientes inferiores al 20 %. Climatológicamente podemos comprobar cómo la comentada homogeneidad en las condiciones que afectan a los castañares gallegos se traducen en unas precipitaciones anuales medias que oscilan poco entorno a los 1300 mm y unas temperaturas medias anuales que no superan un grado centígrado entorno a los 11,5 C. Los valores de la DSQ e ISQ confirman una pequeña sequía estival que no suele superar el mes de duración y de poca intensidad.
En la Tabla 2 podemos comprobar que, desde el punto de vista de los materiales parentales de los suelos, el 14 % de ellos están edificados sobre granito, el 36 % sobre gneis, el 23 % sobre esquistos metamórficos más o menos pizarrosos y un 27 % sobre pizarras. En los dos primeros casos, la textura más corriente es la franco-arenosa, mientras que sobre esquistos y pizarras la textura es más fina y predominan las tierras francas y franco-limosas. Comparados con otros castañares de la Península Ibérica, podemos observar que en los situados en Cataluña predominaban las texturas franco-arenosas (Rubio et al., 1999 b), en Extremadura las francas (Rubio, 1993a) y en Navarra las franco-arcillosas y franco-limosas (Blanco y Rubio, 1996). Desde el punto de vista del tipo de suelo, según la clasificación F.A.O. (1998), los suelos pertenecen a tres grupos distintos: cambisoles (50 %), luvisoles (32 %) y umbrisoles (18 %). Los cuatro umbrisoles tienen carácter léptico, con contacto lítico a menos de 100 cm de profundidad; uno de ellos tiene además carácter estágnico. Todos los luvisoles son dístricos, dos de ellos son además lépticos y en uno aparece carácter férrico. Análogamente, todos los cambisoles tienen carácter dístrico; tres de ellos son además lépticos y en otros cuatro aparece, asimismo, el carácter crómico.
Según la clasificación forestal española (Gandullo, 1994), 14 parcelas presentan suelos pardo ácidos; 6 suelos son argilúvicos, hay 1 suelo ferriargilúvico y otro es un pseudogley primario. Los subgrupos humíferos aparecen en 3 de los suelos argilúvicos, en el suelo ferriargilúvico, en el pseudogley y en uno de los pardo ácidos. El subgrupo subhúmico aparece en tres suelos pardo ácidos. Asimismo aparece el subgrupo lítico (menos del 50 % de tierra fina a menos de 50 cm de profundidad) en 8 suelos pardo ácidos y en dos suelos argilúvicos, y el subgrupo rojizo en un suelo pardo ácido, en un suelo argilúvico y en el ferriargilúvico.
De acuerdo con la clasificación de Wilde (1946), el 68 % de los suelos son fuertemente ácidos con valores de pH medios comprendidos entre 4,7 y 5,5. Solamente una parcela supera dicho valor y el resto definen suelos muy fuertemente ácidos. Los valores máximo y mínimo son muy próximos a los observados en los castañares extremeños (Rubio, 1993a), navarros (Blanco y Rubio, 1996) y catalanes (Rubio et al., 1999 b), pero destacamos la casi total coincidencia de los hábitats centrales de dichos castañares con los que ahora presentamos. En lógica consecuencia, los porcentajes de saturación del complejo adsorbente son bajos: solamente el horizonte superficial de la parcela moderadamente ácida supera el valor de 50, siendo muy frecuentes los valores por debajo de 25.
La facilidad de mineralización, debido a la naturaleza de los residuos del castaño y a las labores que los propietarios dan a las parcelas, mantiene unas relaciones de C/N que sólo en dos ocasiones supera el valor de 15, definiendo un humus tipo moder. En el resto los valores son inferiores y el humus es de tipo mull oligotrófico. El mismo motivo conduce a unos valores de materia orgánica generalmente modestos, siendo raro superar el valor del 6 % en el horizonte superficial.
Dado que, en general, la pedregosidad es bastante elevada (en ningún caso el porcentaje medio de tierra fina supera el 80 %), los suelos presentan una capacidad de retención de agua que normalmente es escasa o moderada, pues sólo en tres ocasiones supera los 150 mm. Sin embargo, la escasa sequía meteorológica permite que la sequía fisiológica, generalmente, esté por debajo de los 100 mm y la evapotranspiración real máxima por encima de los 500 mm de agua.
Las características más importantes que se pueden deducir acerca del hábitat edáfico, son:
1. Los castañares gallegos se sitúan preferentemente entre los 400 y 750 m, con pendientes muy variadas.
2. Las precipitaciones anuales medias se evalúan entorno a los 1.300 mm y las temperaturas medias anuales en 11,5º C. Apenas presentan un corto período de sequía estival.
3. Los suelos de los castañares gallegos están formados fundamentalmente sobre metamorfitas (esquistos, gneis y pizarras), y también aparecen sobre granitos.
4. Desde el punto de vista de los tipos de suelo, según FAO (1998), son mayoritariamente cambisoles dístricos, abundan los luvisoles dístricos y también aparecen los umbrisoles lépticos.
5. Los suelos son fuertemente ácidos, algunos muy fuertemente ácidos y en pocas ocasiones el pH supera 5,5.
6. Los humus dominantes son los de tipo mull oligotrófico, apareciendo escasamente representados los tipo moder.
7. Los valores de materia orgánica no suelen superar el 6 % en el horizonte superficial.
8. La capacidad de retención de agua de estos suelos normalmente es escasa o moderada, debido a la elevada pedregosidad, si bien apenas presentan sequía fisiológica como consecuencia de la escasa sequía meteorológica.
Agradecimientos. Este trabajo ha sido financiado por la CICYT en el marco del convenio de colaboración entre dicho organismo y el INIA mediante el proyecto FOA 97-1649. Así mismo queremos agradecer la colaboración prestada por el personal de la Dirección General de Montes y Medio Ambiente de la Xunta de Galicia.
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